Predicar con el ejemplo... y de viva voz

Nunca nadie se ha salvado por ver a un cristiano portarse bien, ser honesto, buena persona y ser obediente, sino por escuchar el mensaje bíblico de salvación, ser movido por el Espíritu Santo al arrepentimiento por sus pecados y a poner su fe en Cristo Jesús: su persona, su obra de redención y su resurrección.
Y es así porque fue Dios mismo quien lo estableció: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Romanos 10:17) y "Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación" (1 Corintios 1:21).
Por ello, nos corresponde vivir una vida que glorifique y honre a Dios y que respalde nuestras palabras cuando hablamos de Cristo a otros; ambas cosas, hablar de Cristo y vivir en santidad, son necesarias en nuestro cumplimiento de la Gran Comisión.
¿Viviremos, pues, para Cristo y llevaremos su mensaje de salvación a toda criatura?
Si somos verdaderamente cristianos, esta es una pregunta retórica solamente.
Meditemos en esto mientras ponemos manos a la obra.
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