La Autoridad Final, y Punto
Por John Macarthur
Cualquier que fielmente y correctamente proclame la Palabra de Dios hablará con autoridad.
No es nuestra propia autoridad. No es ni siquiera la autoridad eclesiástica adscrita a la oficina de un pastor o maestro en la iglesia. Se trata de una autoridad aún mayor que eso. En la medida en que nuestra enseñanza refleje con exactitud la verdad de la Escritura, tendrá todo el peso de la autoridad de Dios detrás de ella. Esa es una idea sorprendente, pero es precisamente cómo 1 Pedro 4:11 nos enseña a manejar la verdad bíblica: “El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios”.
Por supuesto que es una profunda amenaza a la tolerancia de una sociedad que ama su pecado y piensa en el compromiso como algo bueno. Hablar con audacia y declarar que Dios ha hablado de forma definitiva no es ni elegante ni políticamente correcto. Pero si de verdad creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, ¿cómo podemos manejarla en otra manera?
Muchos evangélicos modernos y atemorizados por la demanda postmodernista para el latitudinarismo, afirman que creen en las Escrituras, pero luego evitan proclamarla con toda autoridad. Están dispuestos a servir a la verdad de las Escrituras de labios para afuera, pero en la práctica la despojan de su autoridad, tratándola como otra opinión más en la gran mezcla de las ideas postmodernas.
Ni la Escritura ni el sentido común permiten una perspectiva de este tipo. Si la Biblia es verdadera, entonces también es autoritativa. Como verdad divinamente revelada, lleva todo el peso de la autoridad de Dios. Si usted afirma creer en la Biblia totalmente, usted finalmente debe someterse a su autoridad. Eso significa hacerla el árbitro final de la verdad: la regla por la cual se evalúa cualquier opinión.
La Biblia no es sólo otra idea para ser lanzada al debate público y ser aceptada o rechazada a conveniencia de cada individuo. Es la Palabra de Dios, y exige ser recibida como tal, para exclusión de todas las demás opiniones.
© 1969-2009. John MacArthur / Gracia a Vosotros. Derechos reservados.
Este artículo originalmente apareció aquí en Gracia a Vosotros.
Revisión y edición de la versión en español: Biblical Christian Translators Association (Ministerios Jesús 24x7)
"Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén" (1 Pedro 4:11).
Cualquier que fielmente y correctamente proclame la Palabra de Dios hablará con autoridad.
No es nuestra propia autoridad. No es ni siquiera la autoridad eclesiástica adscrita a la oficina de un pastor o maestro en la iglesia. Se trata de una autoridad aún mayor que eso. En la medida en que nuestra enseñanza refleje con exactitud la verdad de la Escritura, tendrá todo el peso de la autoridad de Dios detrás de ella. Esa es una idea sorprendente, pero es precisamente cómo 1 Pedro 4:11 nos enseña a manejar la verdad bíblica: “El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios”.
Por supuesto que es una profunda amenaza a la tolerancia de una sociedad que ama su pecado y piensa en el compromiso como algo bueno. Hablar con audacia y declarar que Dios ha hablado de forma definitiva no es ni elegante ni políticamente correcto. Pero si de verdad creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, ¿cómo podemos manejarla en otra manera?
Muchos evangélicos modernos y atemorizados por la demanda postmodernista para el latitudinarismo, afirman que creen en las Escrituras, pero luego evitan proclamarla con toda autoridad. Están dispuestos a servir a la verdad de las Escrituras de labios para afuera, pero en la práctica la despojan de su autoridad, tratándola como otra opinión más en la gran mezcla de las ideas postmodernas.
Ni la Escritura ni el sentido común permiten una perspectiva de este tipo. Si la Biblia es verdadera, entonces también es autoritativa. Como verdad divinamente revelada, lleva todo el peso de la autoridad de Dios. Si usted afirma creer en la Biblia totalmente, usted finalmente debe someterse a su autoridad. Eso significa hacerla el árbitro final de la verdad: la regla por la cual se evalúa cualquier opinión.
La Biblia no es sólo otra idea para ser lanzada al debate público y ser aceptada o rechazada a conveniencia de cada individuo. Es la Palabra de Dios, y exige ser recibida como tal, para exclusión de todas las demás opiniones.
© 1969-2009. John MacArthur / Gracia a Vosotros. Derechos reservados.
Este artículo originalmente apareció aquí en Gracia a Vosotros.
Revisión y edición de la versión en español: Biblical Christian Translators Association (Ministerios Jesús 24x7)
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