La blanca nieve

Ayer nevó. Bueno, tanto como ser una nevada que haya cubierto la ciudad, no, no tanto. Sin embargo, para alguien que viene de la Ciudad de México en donde nunca nieva, fue todo un evento. Hoy por la mañana, pude ver el jardín de la casa donde nos hospedamos cubierto por una capa muy delgada de nieve. A pesar de no ser mucha, su blancura no era menos, y con los primeros rayos del sol, su presencia sobre los tejados y jardines no podía ser ignorada. Era un hermoso paisaje de contrastes: todo lugar en donde la nieve no alcanzó a cubrir se veía oscuro comparado con lo blanco de las pequeñas porciones en dónde la nieve cubría lo que fuera que había debajo.
Y ese contraste me hizo pensar en el contraste que un día pudo ser observado en mi corazón, ese del que habla el salmista: de ser uno oscuro, sucio, manchado por el pecado, a ser uno claro, limpio, lavado y emblanquecido por la sangre de Cristo, por su sacrificio en la cruz, por su muerte en mi lugar.
¡Qué hermosa figura la de la blacura de la nieve! Mi desobediencia a Dios, mis rebeliones todas fueron lavadas, borradas, todos mis pecados fueron perdonados y olvidados; Jesús me rescató de la condenación y me ha dado la vida eterna.
¿Has experimentado esa blacura en tu vida? ¿Sí? Comparte con otros cómo obtenerla. ¿No? Entonces escucha hoy lo que Dios quiere decirte:
Te invito a leer "Falsamente seguros" y espero pronto puedas decir que conoces la blancura en tu vida: el perdón de tus pecados y la salvación en Cristo Jesús.
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