¿Amar a Dios es sentimiento?
Hoy, muchos cristianos piensan, en su propia opinión, que amar a Dios es "sentir" algo bello y hasta "romántico" por Él, como cuando cantan y sienten que la piel se les eriza, como decimos en México. Pero cuando buscamos con cuidado en la Palabra respecto del amor a Dios, encontramos que la fuente y la naturaleza de este amor es muy diferente:
"Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos" (1 Juan 5:3).
El amor a Dios proviene de Él mismo —Él nos amó primero (1 Juan 4:19)— y la forma en que le amamos y demostramos ese amor, es la obediencia, sin intermediación de la obligación o el miedo, sino como resultado de un corazón nuevo, regenerado, que se goza y siente júbilo en la relación con su Dios.
Si obedecemos a Dios, entonces le amamos, y si le amamos, Él nos llena con ese gozo que va más allá de cualquier sentimiento humano.
Así pues, cuando estamos gozosos y llenos de júbilo, no significa que en ese momento estamos amando a Dios, sino que al amarlo en verdad, Él nos bendice de esa manera también.
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